Le Chantier, kafé - bistro - virtuel

Selexiones de

Enloquecidos Moradores de un Mundo Sin Quehacer

por Todd Temkin

 

1. Enloquecidos Moradores de un Mundo Sin Quehacer

2. Yahrzeit

3. La Capital de Nada

4. Aquellos Nombres Esquimales para la Nieve

5. I Am Not Going Home

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Enloquecidos Moradores de un Mundo Sin Quehacer
 
Da la impresión que cada chileno ha visto por lo menos dos ovnis.
Lucy y Mario, por ejemplo, vieron dieciséis platillos
sobrevolando la cordillera al atardecer.
Se fueron a casa y hacían el amor mientras
tres niñitos jugaban a la pelota a la luz de un poste.
 
Mi ventana contempla los mástiles iluminados
de la flota pesquera centelleando la marea del anochecer.
¿Qué dirían esos otros seres de nosotros, los últimos utópicos,
hojeando a García Lorca, comiendo porotos granados,
enloquecidos moradores de un mundo sin quehacer?
 
Mi esposa es una miracielos y le achuntó dos veces.
La primera en un taxi después de la misa,
cuando sepultaron a la abuela Elisa.
La luz azul anaranjada ardía como un derviche
danzando al ritmo de flautas que sólo los perros podían escuchar.
 
Todo el mundo lo vio, menos mi suegro, Jorge.
Su vida se fue vendiendo cordero patagónico
en los albores de los supermercados. Ahora se seduce
al sueño contando ovejas faenadas
en un mundo que no está ni ahí con las economías de escala.
 
Aquí, la economía de mi vida se dispara fuera de control.
Según mis cálculos, cada célula de mi cuerpo se está
regenerando tan rápido que al terminar esto
ya serán otros, mi esófago, mi vejiga, mis dedos,
mis pulmones. Me veo en caída libre,
 
desplomado de vida en vida, arrojando en un vacío interdimensional,
dando testimonio a la divinidad de la pestilencia,
apilando las uñas de mis pies en montoncitos
que enloquecen a Pilar. Explico que estoy dejando huellas
para que civilizaciones más avanzadas nos puedan encontrar.
 
Lo veo sucediendo una noche después de hacer el amor,
acurrucados a la luz de una vela, la esencia del almizcle
evaporándose en la lámpara, musitando a las vicisitudes
en la sinuosidad de su cintura. El mundo estará al revés,
nuestra ternura expuesta, nuestras voluntades evadiéndonos.
 
Así es como quiero que me encuentren: desnudo, mis células
regeneradas, mi semen vaciado, fluyendo en busca
de vida inteligente en algún punto del universo. En el umbral
de la vida dormiré como niño. Mi espíritu torpe y feliz,
mi cuerpo un monumento a la flacidez, mi sonrisa una serpiente.

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Yahrzeit*
Mi madre mastica un rocío amargo
y ocreado. Sus hombros se caen
entre la maurandia pisoteada,
embalsamando los restos
de ligustrina al azar.
 
La llama Rosi, la cervatillo
polvo y arena
que se ha estado comiendo sus rosas;
con su surtido de manchas café
y las pestañas a medio crecer.
 
Ahora la veo de rodillas, escarbando
la tierra con azadón de manos blancas.
¿Encontrará allí a mi hermana muerta
ya diecinueve años sin cosechar?
¿O excavará las notas inconclusas
 
del violín que dejó de tocar
cuando Robyn nació,
bautizando los recitales perdidos
Lechuga Escarola, Ramito de Albahaca,
Espárrago Blanco?
 
La veo arrodillada, escarbando
la tierra con azadón de manos blancas.
Anoche, en la comida, nos volvimos a topar.
"Dios es memoria", me dijo,
mientras yo insistía en mi deidad encapullada
 
de sueños tergiversados despiadadamente
sin reconocer. Me pidió que le pasara la sal,
extrayendo una pepita de cardamomo
que había dejado en el curry del cordero.
La primera semana de agosto
 
se pone religiosa de nuevo, de compras
en la tienda de la sinagoga
por primera vez desde Yom Kippur.
La llama de la velita marfil se mecía
enmarcada por un fondo de manzanos en flor.
 
Ahora, la veo arrodillada, escarbando
la tierra con azadón de manos blancas.
Rosi volvió anoche con tres ciervos alrededor.
El curry se entibiaba
en el escandilar del atardecer.
 
Nos sentimos atrapados en la luz
de ese ciervo pueril,
gozando los pétalos
de nuestro procrear
consumido en su trance de dulzura brutal.
 
* Palabra hebrea que alude al aniversario del fallecimiento de un ser querido. Se conmemora prendiendo una vela que dura veinticuatro horas.

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La Capital de Nada
 
"Este árbol expresa mi desconfianza
hacia todas las escuelas de pensamiento humano"
 
John Engman,
Una Forma de Mirar a Wallace Stevens
 
Mi padre no alcanzó a luchar en la Gran Guerra.
A cambio, le dieron lentes de contacto--
inmensos discos grises, parecidos a dos monedas de diez pesos,
convexidades que hedían a auto-sacrificio, sobriedad,
 
y el amor a Tío Sam. Puso en práctica
sus principios desenmarañando
mapas marca Texaco que lo guiaban
por los años setenta, visitando
 
puerta a puerta cada pequeña fundición
dentro de un mundo de cinco estados
limitado por océanos llamados Rhinelander,
Moline, Sundusky y Kalamazoo*.
 
Cinco estados me parecían un mundo
en ese entonces. El olor a polvo de zinc,
las aleaciones de bronce, y la arena industrial
conformando el a, b y c
 
de un silogismo que señalaba
una jerarquía lógica cuyo propósito principal
era hacernos aguantar la inaguantable opacidad
de los lúgubres atardeceres de invierno.
 
En 1971 mis padres aprendieron a bailar
en el Crucero del Amor.
Desde entonces esquivo a mi madre
en matrimonios y Bar Mitzvahs, aporreando
 
mi alma desde los trece con champagne barato
y vino dulce tomado al seco.
Fui el último Temkin en sufrir miopía
y el primero en leer las hazañas de Copérnico
 
en la Enciclopedia Universal de 1964,
mi Viejo Testamento y salvador. Preparaba
un listado de polacos famosos, pero desistí
al contemplar la dulzura de mi abuela
 
capturada en un retrato tomado en Cracovia
cerca de 1920. Llevo veinticinco años
recapitulando la gloria
de mi único logro que vale la pena:
 
haber memorizado, a los siete, las capitales
de los cincuenta estados y las poblaciones
de los grandes centros urbanos. Shangai,
Sao Paulo, Calcutta, Tokio, Pekín.
 
De poco me sirve ahora, salvo
para enfatizar que aunque Atlanta,
Phoenix y San Antonio han duplicado
su tamaño, Milwaukee sigue siendo
 
lo mismo, desafiando a pensadores
tan grandes como Blake y Whitman
quienes creían que la vida era cambio
pulsando eternamente como remolinos
 
que hacían girar universos de universos
expresados en una multiplicidad de formas.
Yo imaginaba que Milwaukee era igual
a Polonia, prosaica, constante, estoica y fría.
 
Mi vida se resume al día que asfaltaron mi riachuelo favorito:
Se trata de tener buen drenaje, un buen sistema
para retenir escombros: ¿Lo máximo?
Encontrar un solo servicio que retira la nieve
 
en invierno y corta el pasto en el verano.
Me consolaba alentando al ciervo
que saboreaba los pétalos del jardín de mi mamá.
Mi padre me aseguraba que vivíamos en la capital
 
de la cerveza y de los motores.
Decía, "La Harley Davidson, ésa sí que es una moto".
Memoricé el ancho del reloj más grande del mundo,
calculé en 8%, el porcentaje de agua dulce mundial
 
que se encontraba en el lago Michigan.
Pero a los dieciséis, la gran cervecería Schlitz se trasladó a Detroit,
y empecé el lento peregrinar hacia el entendimiento
que Copérnico tenía razón:
 
es mejor ser un miracielos insignificante,
un punto más dentro de la infinitud,
la capital de nada, que aferrarse a ilusiones
que se desvanecen ante el impasible fulgor de las estrellas.
 
Mi abuela no era más hermosa que la tuya.
Bailemos. Una fundición es un lugar
tan bueno como cualquiera
para dimensionar el estado del universo,
 
sopesando la carga y descarga
de los sueños en rieles, guardando
silencio ante la inmensa maquinaria
de la invisible y callada sinfonía del cielo.
 
* Cuatro pueblos industriales del sector Norte del Medio Este de los Estados Unidos.

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Aquellos Nombres Esquimales para la Nieve
Mi mamá está mirando a su mamá morir.
La gravedad da la guerra al labio inferior.
La sal corroe los pelos que le cuelgan
 
de orejas que no saben oír. Por cada cosa
que se nos va, inventamos una palabra
para todo lo que uno quiso pero no supo decir.
 
Entre tanta pose y truco, entre tanto ardid
y engrupir, todos tenemos que ponernos una vez
el traje de novia manchado con sangre de mujer
 
y bailar condecoradamente el vals
de la victoria con uniforme de manco.
Yo le daré comida al gato cuando tú ya no estés.
 
Esta es mi promesa.
El primero en despertar susurrará al otro: gladiolo,
flor de azahar, higuera dulce, sueño de orquídea, rosa.

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I Am Not Going Home
Con Con, 1998
Mi padre acaricia su mentón cincelado
por fundición. Para él,
este crepúsculo es un átomo partido,
un fuego que arde en el alto horno, que,
 
devorando las cenicientas entrañas del alba,
las convierte en mañana. Caminamos por una playa
de peces muertos y espinas almenadas. Las olas
empapan las rocas como la lengua de un perro
 
que busca la suave piel de las cosas.
I am not going home. Mi padre no sabe
cuál de las estrellas nacientes extenderá
su cucharón de fierro, raspando el último jadeo de escoria
 
del ocaso, extrayéndolo como una onza de oro puro--
o plata líquida-- hacia la noche
donde su madre aguarda, zurciendo pacientemente
las puntas deshilachadas de la soledad, su ala quebrada.

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Poemas por Todd Temkin.
Copyright © Universidad de Valparaíso-Editorial 2004
Poemas reproducidos con la autorización de Todd Temkin y la Universidad de Valparaíso.
 
Copyright ©2005 por Claymont Publishing Company